Mª Luisa Dueñas, en su jubilación: “En el colegio encontré dónde ser feliz y entregarme a los demás”
La hora de la despedida, de cerrar etapas, siempre nos produce nostalgia, pero también son momentos de agradecimiento y profunda alegría por lo vivido. En este caso, nuestra profe de ciencias Mª Luisa Dueñas se jubila tras 25 años entregada a sus alumnos, a la misión de educar su corazón, como recuerda en la frase de Marcelo Spínola, nuestro fundador. En el colegio La Asunción Montilla hemos vivido un momento muy entrañable en el que todos los alumnos y la comunidad educativa nos hemos reunido en nuestro emblemático patio para compartir un “hasta siempre” muy cariñoso.
Mª Luisa no puede evitar emocionarse cuando echa la vista atrás y recuerda momentos de su trayectoria; como el curso en que murió su padre y sintió cómo su clase fue un gran apoyo emocional. “Siento que aquella fue mi clase, porque eran muy parecidas a mi en la rebeldía que yo tenía en mi adolescencia y además me arroparon muchísimo cuando murió mi padre. Fue sin duda un año especial”, explica conmovida. También recuerda con gran cariño el curso pasado, porque hay alumnos que, desde sus circunstancias particulares, demuestran la riqueza de la diferencia y dejan aprendizajes para toda la vida.
“EL MILAGRO” DE LLEGAR AQUÍ
La profesora, responsable de las materias de Matemáticas, Biología y Física y Química en Secundaria define su paso por el colegio La Asunción como “un milagro”. Desde que leyó la vida de Marcelo Spínola, se “enganchó”. Su marido estuvo dos años en el centro, cuando era pequeño porque en cursos superiores solo era para niñas. Y desde entonces quedó marcado, “siempre hablaba de su colegio de la Asunción, la hermana Marcela…así que yo venía a ver los teatros sin conocer a nadie porque me gustaba”, apunta.
Y cuando abrieron la etapa de Secundaria, Mª Luisa vio la oportunidad de formar parte de la familia Spínola. “Nunca me había imaginado entrar aquí. Entregué dos veces mi currículum y la segunda, Rafi Mármol, en lugar de dejarlo en secretaría lo puso encima de la mesa, de tal forma que la directora pensó que esa persona quería hablar con ella”. Después entró por un año y siguió hasta hoy.
UNA VOCACIÓN DE ENTREGA
“En el colegio encontré dónde uno puede ser feliz y entregarse a los demás”, revela desde la emoción Mª Luisa. Y es que reconoce que ella hizo la carrera de Educación, pero no para trabajar, porque lo que verdaderamente quería era tener hijos y educarles. “Pero aquí he llevado a cabo mi vocación de madre. Guardo para siempre muchos nombres en el corazón”.
Sabemos con certeza que su nombre y su labor en el aula, y fuera de ella, también quedarán para siempre en la memoria y el corazón de sus alumnos. “Con el paso de los años, los vuelves a ver, el cariño que te dan, cómo te echan de menos y te agradecen lo que les has enseñado”. Este curso, marcado por su jubilación, también han celebrado sus 25 años como docente en el colegio y algunos de ellos le han reconocido que no solo les ha enseñado las materias de ciencias, sino que con ella han aprendido sobre el respeto y han reflexionado y compartido momentos de complicidad.
UN DESEO QUE ES PRESENTE Y FUTURO
El camino de Mª Luisa como educadora no termina con esta jubilación, con esta despedida, porque su vocación y su amor por la profesión es puro y profundo. Como anécdota que prueba esto, se ha encontrado con un deseo que escribió años atrás y guardó en una bolsa junto con deseos escritos de otras alumnas. En el final de curso, a veces hacían una comida con la clase y dejaban recogidas sus ilusiones y proyecciones para leerlas más tarde. En una ocasión, Mª Luisa deseó: “Quiero estar igual de ilusionada con mis alumnos y mi trabajo, feliz y compenetrada con mi marido y Spínola hasta la médula”.
Gracias Mª Luisa por regalarnos tu tiempo y vocación. Por formar el corazón de nuestros alumnos, acercar a las familias a la pedagogía del corazón y acompañarnos como comunidad educativa para ser reflejo del amor personal de Jesucristo. Hasta siempre.